Salvador Dalí
Después de la lluvia
sereno está el cielo
las calles desiertas
una noche de invierno.
En un portal se cobija
un niño harapiento,
siento una pena tan honda
que hiere mis pensamientos.
Miro a la gente pasar
sin que nadie lo consuele
y a ninguno le preocupe
de su vida el deambular.
Lo contemplo y me rebelo
de lo cruel de este mundo
que miseria y dolores da,
apenado me pregunto:
¿Dónde está la caridad,
dónde el gesto fraterno
si al niño que vive vagando
no se le tiene piedad?
el cielo se cubre de azul,
las estrellas se van apagando,
ya brilla en la nieve la luz.
Las aves salen de sus nidos
a gozar de un bello amanecer,
el trino de los pajaritos
llega al oído con fina placidez,
asomado levemente en la cumbre,
lleno de luz y color,
al resplandor de un nuevo día
los rayos brillantes del sol.
Día alegre, risueño,
un canto a la vida,
para un montañero
buscando aventuras,
cruzando arroyuelos,
bajando a quebradas,
siguiendo senderos.
Vibra el corazón en la campiña,
alegres sus rostros
a la luz plateada del sol,
cantan entre cerros,
al río, al bosque, a la flor,
los alpinistas del Tirol,
creando un bella sinfonía
con acordes melodiosos
de fantasías, sones de ilusión.
Oda al Río Claro
época estival
serenidad en el río
brillante claridad
remansos placenteros
invitan a bogar
por superficies onduladas
serpentean sus aguas
de frondosas orillas
de cordillera a mar.
En la ribera, los árboles
agitan sus ramas
a la suave brisa
del intenso follaje.
El trino de las aves
y el murmullo del agua
crean melódica sinfonía
en el grato paraje.
Semblanza del Río Claro,
bello panorama
hermoso balneario
su muelle y sus lanchas
entorno aledaño
de la ciudad de Talca
con su zona forestada
de flores y plantas.
Paisaje maravilloso
digno de admirar
el río sigue su curso
con su enorme caudal
y en abrazo amistoso
en el Maule desembocar
desapareciendo unidos
en la inmensidad del mar.
Diálogo con un cóndor
un atardecer en la montaña,
de cara al cielo
donde parezca un sueño
el majestuoso vuelo
del ave que se aproxima.
Con las alas desplegadas
volando alrededor,
ante mi cuerpo tendido
pregunta con estupor:
“Por qué te alejas de este mundo?
por qué tan infausta decisión?”
Ante mí la faz de la muerte
veo en el espectro de un cóndor
y sin vacilar le respondo:
“Ya cumplí con esta vida,
no quiero que el tiempo alevoso
deteriore mis sentidos
y destruya además mi cuerpo envejecido.”
Me escuchó con atención,
movió su cabeza
en señal de aprobación.
Con un eco al viento
retumbó su voz:
“La vida es traicionera,
te encuentro la razón”
Remontando su vuelo
a los cielos se alzó.
Viviendo ese sueño
mi alma con él se llevó.
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