jueves, 22 de marzo de 2007

Gabriela Saavedra


La estrella del anochecer
Edward Burne Jones



Viaje de Acuario

Tengo ante mi una galaxia,

estrellas fugaces,

una sirena con cola de cometa.


Al mirarte desde algún rincón del cielo

pareces un mapa estelar

donde yo navego

hasta tu seno planetario.


Te encontraría en la mitad del mediocielo

deshaciendo lunas,

pintando eclipses infinitos.


Estoy en la cima de la montaña,

siento el juguetear del viento sobre mi pelo

puedo expresar mi sed de libertad.


Para mi cuello me doy

los anillos de Saturno y un perro fiel

para que ladre en el horóscopo

de mi alma misteriosa.



La Persiana


El gran ventanal está frente a mí

divisando los cerros nevados

de la cordillera.


Por el largo pasillo

bordeado de árboles

transitan mujeres y niños,

los jardines se dejan ver

hasta las aceras.


Un hombre regando bajo los árboles

llenos de pájaros.


Mis pies se hunden

en un colchón de hojas de barro

no puedo dar un paso sin que las ramas de los arbustos

me azoten el dorso y las piernas.


Delante de aquella abertura,

mediando el aire,

a veces el sol quiere entrar.

Con tus tablillas de color marfil

impidiéndolo estás.


Así puedo seguir observando el paisaje

entre las barras horizontales

que se desprenden de arriba hacia abajo.


Sigo mirando las arboledas calladas.

Otras flores sus aromas vierten,

otra armonía en el espacio,

y la tarde cae oscura.



Recuerdo


Este dolor que añoro

que siente el temblor de una lágrima

no viene a mí

con la urgencia de ayer.


Buscaba tu rostro querido

en las estrellas

hallando sólo tu voz.


Susurros suaves

que mitigarían mis penas

palabras que durarían

en el viento una eternidad.


Este dolor que añoro

que siente el temblor de una lágrima.



Tierra de cementerio


De dos gruesos cordeles

suspendidos

pesadamente desciende

el ataúd al fondo de la fosa.


Un brazo largo negro velludo,

sus dedos cubiertos de tierra reseca,

se alza en medio

de la confusión de los sepultureros.


Corren, corren

por el largo camino

despavoridos

cayendo, parándose.


Sintiendo unos dedos huesudos,

rígidos, helados como nieve

cercano a sus pies

queriendo recuperar su prenda.


Gritan, pidiendo socorro y perdón,

nadie los escucha,

la tarde va cayendo sombría

de un color opaco triste.


Están solos en medio del camino

cubierto de hojas secas que ruedan

por la tierra

húmeda del cementerio.



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Tareas

Estimados integrantes de La Mampara, necesito que cada uno de ustedes me haga llegar: 1.- El nombre de su cantante favorito y ojalá la canción que de él más les guste. 2.- Un texto que sirva de prólogo para su libro personal, texto que sirva como presentación para cada una de sus obras. A la espera de sus trabajos, me despido y apago la luz por hoy. La señorita profesora, María Alicia