viernes, 23 de marzo de 2007

Irma Cornejo


Poesía de America
Salvador Dalí



Isla Negra 1975


La sorprendí un día de verano

como un ladronzuelo por la espalda,

cuando apenas salido en la mañana

esbozábase el sol tras la montaña.

Y la vi silenciosa y solitaria,

despojada de tu boina y tus palabras.

En el patio, altos los pinos se mecían

como suave vaivén de su nostalgia,

mientras que de la playa el sonido

vagaba de las rocas a sus ramas.

Isla Negra;

tierra estremecida por tu ansia,

fue tu meta al caminar por otro suelo

y también su ternura fue añoranza.

La contemplé desde allí, triste en su duelo

y no puse clavel rojo en tu memoria,

solamente un puñado de palabras

extraídas del libro de tus versos

y en su cerca tras de mí

dejé una lágrima.



Junto a la Ventana


La tarde azulada

prendida en mi ventana

muriendo silenciosa

preguntó si te extraño.

Le dije a la tarde:

meciendo el recuerdo

no acuno yo su cuerpo.

Contesté sí, la extraño.

Le hablé de mi nostalgia,

de todo este vacío

que me gritan tus cosas

dejadas en los rincones

del cuarto junto al mío.

De cómo de mis brazos

la hija se me ha ido.

De cómo de tu pelo

aroma ya no aspiro.

Le hablé de otros cielos;

de gentes novedosas

donde viven los sueños,

inquietas mariposas.

Le dije: ya mi niña

lejana de mi mano

avanza poderosa

y crecen a su paso

las mieses olorosas.

Le hablé que ese camino

recorro yo en mis noches

y el alba me sorprende

bendiciendo tu nombre.

La tarde que azulada

se desprende en mi ventana

se ha ido silenciosa;

regresará mañana.

El libro de la vida

me marca un nuevo día

y allí quedan mis horas…



Miedo


El cielo tiene miedo de la noche

cuando hace dormir los barcos en los muelles,

como la muerte con su dedo amargo,

hurgando poderosa entre los sueños.

Tiene miedo que ella se eternice

de no reflejar sus soles en el agua.

Miedo que al espacio lo penetre

como araña negra en sus entrañas.

El cielo tiene miedo de la noche

del silencio que mueve con sus alas



Nocturno


En el rincón

donde la vela encendida

enaltece en la muralla

las figuras,

el verde tibio de los ojos

del felino

va danzando con la llama.



Amapola tardía


(Santiago, Tercer Premio “Los Héroes”)


Dicen que la Geno se murió en el trigal, allá donde rastrojeada. Que la picó la “pallu” la del traste colorado. Que la llevaron al pueblo y al hospital llegó muerta. Eso es lo que dicen.

“Nosotros la queríamos y como niños curiosos esperábamos el final de cada trilla para seguirla tras las alambradas de púas, donde ella, con su eterno pañuelo rojo en la cabeza y una canción en los labios, se doblaba a la faena de recoger una a una las espigas que la guadaña había dejado rezagadas. Nos gustaba ayudarla porque cuando no cantaba, iba narrándonos cosas. Soñábamos con el “pillán”, “la machi” y su “rewe”.

Después, desde los montículos de paja, que eran el lugar preferido de nuestros juegos, la seguíamos mirando, distinguiéndola de lejos por su pañuelo alborotado por el vientecillo que se colaba en el trigal.

_ Parece una amapola _ comentábamos _ pero una amapola tardía.”

Dicen que después de su muerte, todos los campos que ella frecuentó se llenan de flores rojas al final de cada siega, “pero nosotros que estábamos ahí cuando se la llevaron, vimos cómo su pañuelo, olvidado en una cerca, salió volando por el aire y se rompió en mil pedazos salpicando con su color las espigas.

Nosotros, quienes la recordamos cuando asoma el verano y el campo y el sol se funden en el mismo amarillo, no decimos nada, pero cada uno sabe que la Geno está en los trigales esperándonos porque las flores que se abren después que pasa la guadaña son todas ellas la Geno, nuestra amapola tardía.



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Tareas

Estimados integrantes de La Mampara, necesito que cada uno de ustedes me haga llegar: 1.- El nombre de su cantante favorito y ojalá la canción que de él más les guste. 2.- Un texto que sirva de prólogo para su libro personal, texto que sirva como presentación para cada una de sus obras. A la espera de sus trabajos, me despido y apago la luz por hoy. La señorita profesora, María Alicia